Esta noche derramamos suavemente sobre vosotros nuestras bendiciones desde los planos superiores. Como copos de nieve se posan sobre vosotros en conmemoración de la natividad de Jesús de Nazaret. Estos “copos de nieve” son en realidad cristales electrónicos en miniatura cargados con la luz transparente de pureza, perfección y alegría.
En algunos, una llama azul iridiscente danza con el zafiro de la voluntad de Dios, que forma un núcleo ardiente del Buda azul. En otros, cruces de malta de cristal amatista proporcionan el cáliz para las llamas violeta, purpura y rosa que pulsan en honor a Saint Germain.
Estas formas de pensamiento de copos de nieve se crean de los corazones de los maestros ascendidos, y llevan una grabación de clarín de las vibraciones de los maestros. Sed receptivos a esta acumulación del Bien de la naturaleza Crística de los Maestros mediante la apertura de vuestro corazón a ellos.
Entonces simplemente dejad que el calor de vuestra llama divina haga que los copos de nieve se derritan y mezclen sus contenidos con nuestro propio ser. Porque ellos agregarán una expansión radiante de vuestra naturaleza divina al foco de la Luz de Dios dentro de vosotros. Al ser tan bendecidos, naturalmente entrareis en ese regocijo que verdaderamente se puede llamar el Espíritu de Navidad.
Recibid este rocío cristalizado del cielo como alimento para vuestra naturaleza espiritual, así como los hijos de Israel recibieron el maná en el desierto para su sustento físico.
No califiquéis erróneamente estas moléculas al reducirlas al nivel del conflicto humano. No robéis estas partículas cargadas de vuestra vida simplemente para sostener vuestra voluntad o capricho humano.
Ahora decid: “Decreto y acepto que el regalo de Navidad de la hueste ascendida de estos copos de nieve cristalizará regalos de oro, incienso y mirra dentro de mi excelsa naturaleza espiritual”.
¡Oh, hijos del Corazón Diamantino, tomad estos tesoros mientras caen a vuestro mundo!
Encontrad el punto de equilibrio en el corazón del Niño Jesús desde el cual podéis encomendar vuestra alma en las manos de vuestro Padre. Porque aquí en el Infante Divino está la Vida—eterna y victoriosa—para que la reclaméis como vuestra.
Bendiciones eternas de Navidad,
Morya El