Esta sabiduría eterna sobre la simplificación del complejo de Padma Sambhava es un extracto de su dictado publicado en las Perlas de Sabiduría® de 1982, vol. 25 no. 20
La sabiduría, amados corazones, es siempre simplificar los complejos enredos de la fuerza siniestra.
Cuando estáis agobiados por una colección de flores que no son de la luz y no sabéis cómo girar porque cada giro tiene su limitación, sus problemas, su aflicción del espíritu, entonces, comprendéis, es la lógica de la Serpiente que os ha puesto en una esquina. Y habéis dicho: “¡De ninguna manera! De ninguna manera puedo seguir al SEÑOR Dios en la luz más pura y sin concesión. ¡No hay manera de que pueda liberarme de este dilema sin ser parte de la conciencia humana!”.
Esta es la trampa. Benditos corazones, tan certera como el cazador atrapa al animal en el bosque, esta es la trampa tendida para el alma del devoto, la creencia cierta de que no hay salida cualquiera sea el pecado, cualquiera sea la lucha, cualquiera sea la circunstancia.
Yo digo, aunque estuvierais en una cueva a una milla de profundidad y oscuridad, aunque estuvieras en los pasajes dentro de la Tierra, pensad en cualquier prisión, pensad en algún lugar físico que conozcáis y os digo: ¡no hay calabozo del que Dios mismo no pueda liberarte!
La liberación del Todopoderoso por el ángel del SEÑOR está cerca, y solo aquellos que no desean ser liberados permanecen en la esclavitud.
Debéis evaluar la vida. Debéis mirar a los individuos atados a ciertas condiciones y hábitos humanos. Y debéis entender que los ciegos que nunca verán no ven. ¡Los prisioneros que están esclavizados y que nunca serán libres no son libres!
¡Por lo tanto, entended el claro y verdadero llamado a la ayuda, a la misericordia, a la piedad divinas! Y comprended la artimaña de los caídos que también piden misericordia, compasión, luz, y hacen cualquier promesa que mencionéis si solo dierais vuestra ayuda otro día.
Queridos corazones, debéis mirar claramente a estos caídos que no se responsabilizan de la carga que os imponen a vosotros, a la Tierra o al cuerpo de Dios, pero piden y piden una y otra vez para que los lleven. ¡Están sin el trabajo sagrado! ¡No dan nada, pero esperan todo a cambio! Profanan el plan divino para dañar al individuo.
Daos cuenta de que el signo del vencedor es la productividad y el fruto: fructificar, multiplicar, llevar la semilla de justicia que se siembra. Esos, entonces, son los que dan órdenes: “¡Ve aquí y ve allí! ¡Lleva mi carga! ¡Lleva esto! ¡Llevad aquello!”, no son los que trabajan junto a los peregrinos de la Vida.
Conozcámoslos solo por sus frutos. ¡Y tengamos misericordia de Dios, cuya energía se la roban y la transfieren a quienes no la han ganado y, por lo tanto, no tienen derecho a ella!
Hablo de esta manera, aunque quizás estéis cansados de la enseñanza. No estoy cansado, porque si no necesitarais el recordatorio, ¡no estaríais aquí! ¡Y si tuviereis el logro que creéis tener, deberíais estar hablando y yo debería estar escuchando!